lunes, 11 de mayo de 2009

Una Ciudad con halitosis

Publicado en el Periódico El metro el pasado 5 de mayo revisen la página

http://www.elvaledor.com.mx/

El valedor
Por Tomás Mojarro
5 de mayo de 2009
Una Ciudad con halitosis

La emergencia sanitaria, mis valedores. De un tema que se nos torna tsunami de información y desinformaciones les hablaba ayer, y que para las masas sociales éste que ahora vivimos es el tiempo de la indefinición, el temor, la zozobra y la incertidumbre. Tiempo de cubre-bocas.
Tal es el caldo de cultivo donde se crían el virus del rumo y las suposiciones y la bacteria de la psicosis social alimentada por los interesados que de buena o mala fe mantienen trémulas y estremecidas a unas masas ignorantes de la verdadera situación, inermes ante las infiltraciones del chisme y la versión enrevesada que nos filtran por el teléfono y la Internet. Horroroso.
Apenas ayer bastó una frase, una sola, para manipular a lo avieso el miedo de las masas populares: "Un peligro para México". Hoy se alerta sobre un "peligro para cada mexicano”, y con esa frase se desparraman en el aire que respiramos (con cubre-bocas) las dudas las conjeturas, las suposiciones y el temor colectivo. Nosotros como las hormigas cuando alguien ataca el hormiguero, que corren desaladas, espantadas, desatinadas, sin rumbo fijo, todas tratando de salvar la zalea.
T qué a la medida para el análisis del ser y el parecer del mexicano. Ante la alerta sanitaria sentimos lo que nos ordenan sentir, hablamos lo que nos ordenan hablar, actuamos como nos ordenan actuar. Crédulos como somos miramos ya este lado, hacia el optimismo de algunos científicos, ya a este otro, hacia el pesimismo de los voceros del Sistema de poder y el amarillismo de los profesionales del desastre. Tanto eleva un buen catastrofismo los niveles de audiencia. Nosotros al acatamiento de las indicaciones de los medios de condicionamiento de masas. Y qué hacer.
Acudir, como tantos, al pensamiento mágico. A ese mismo católico que en tanga y entre tragos de licor acaba de conmemorar el drama de la pasión y muerte de Nazareno, el temor al contagio lo lleva acudir a su advocación, y a actuar por temor como no lo hizo por amor. Y es que ese buen católico es de corazón duro, pero de redaños flácidos. El, que en algunas regiones del sureste mexicano se encrespa y se torna irracional a la hora del linchamiento de evangélicos, con el temor al contagio se vuelve humildoso y acude a su Dios en procura del consabido milagro. Dios…
Pero mis valedores, no creo que sea para tanta la zozobra: quien ha vivido a todo vivir (con sensibilidad, vida interior e imaginación) teme a la muerte de manera razonada y razonable, sin perder la vertical: pero el pobre que no ha vivido, su vida a la pura probabilidad del contagio enloquece, despavorido a la posibilidad de su muerte. DE su pequeña muerte Sánchez, de su inadvertida muerte, Ramírez, de su anónima muerte Mojarro…
En fin, que estos que malvivimos son tiempos en que se ponen a prueba nuestra disciplina, docilidad, enajenación y obediencia, condiciones de las masas. Pues sí, pero el parecer esas masas ya empiezan a reflexionar, ya frenan su carrera despavorida, ya se formulan cuestionamientos y dan trazas de volverse contra los generadores de la psicosis social. Saludable conducta.
Por lo pronto, esa realidad, y qué mortificante para nosotros: hoy por hoy, epidemia o no epidemia, grave como nos la pintan o apenas esbozo de brote epidémico, emergencia ante la que las autoridades del país toman medidas de manera autónoma o en acatamiento a lineamientos de La Casa Blanca, hoy por hoy los mexicanos somos los marcados, los señalados, los apestados, los parias del mundo: el día de hoy, por cuestión de la alerta sanitaria y sin conocer cabalmente la peligrosidad de la influenza, la ciudad capital mexicana anda con la boca seca, con la boca amarga, con el cubre-bocas en boca y nariz. Con la halitosis…
Y la conclusión, mis valedores: el presidente de cualquier país se mide con el obstáculo, que lo enaltece de estadista o lo exhibe de mediocre. Yo recuerdo, a propósito, a un cierto pequeñazo Miguel de la Madrid, hombrecillo que parecía suponer que con sólo arriscar las cejar iba a bañarse del carisma que Madre Natura le regateó. Ese, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo?: ese, medroso y desconcertado, durante los sismos de 1985 prefirió permanecer encuevado en Los Pinos. Tembloriqueando…
Al actual qué negativa le ha resultado la silla presidencial, que hasta los propios cerdos le faltaron al respeto…
(En fin.)

viernes, 8 de mayo de 2009

La quincena trágica

Me tome la libertad de robarme un comentario del maestro Mojarro, sobre lo acotecido en estos días de contingencia asi que los dejo con el acertado comentario, pueden revisar su página de internet http://www.elvaledor.com.mx/ o escucharlo por radio unam los domingos a las once de la mañana.
Publicado en el diario Metro el Lunes 4 de mayo del 2009.
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El Valedor


Por Tomás Mojarro

La quincena trágica

El brote de influenza que acalambra el país. ¿O debo decir la epidemia? ¿La pandemia, quizá? Durante el tanto de quince penosísimos días el tema de la bacteria o el virus diseminado a lo largo del territorio, que se afirma afecta a decenas de países y provoca alarma a nivel mundial, ha sido en los medios de condicionamiento de masas un asunto machacón, recurrente, masticado y vuelto a masticar, exprimido y vuelto a exprimir, remolido y vuelto a remoler, macerado, masacrado y vuelto a masacrar. Y así hasta la náusea, y así hasta la fecha en la que yo, cuando menos, he sido contagiado no por la epidemia de influenza, sino por la de un atracón pantagruélico de información chatarra, que no parece sino que la dirige el IFE, Instituto Federal Electoral, con una diferencia esencial: que la emergencia sanitaria nos sé si se trata de un brote, una epidemia, una pandemia, una mentira o una verdad. De la propaganda del IFE sí sé, basado en la ciencia política, que su propaganda constituye un embuste total: ni el voto es poder, o entonces haría que las promesas de campaña se cumplieran cabalmente, ni es poder la exigencia, porque ninguna fuerza social organizada le confiere tal poder, y en su indefensión las autoridades ni la ven, ni la oyen, ni la sienten, y que no se le puede llamar democracia a lo que sólo es un proceso electoral (electorero, que se realiza a un costo de millones de pesos). Ese proceso es apenas una de las vertientes de la democracia formal, menos importante que la democracia participativa y mucho menos de la democracia social. El trío, en última instancia, constituye la democracia al solo proceso electoral, electorero, es una enorme trampa verbal. Eso no es democracia, ni crece, ni crecemos nosotros. Sin más. Por cuanto a la ventolera de la emergencia sanitaria…
Mi esperanza la cifro en que una vez que se calme la psicosis colectiva logre desechar de mi cuerpo tanto virus y tantísimas bacterias de una campaña que me mantuvo bien informado de que “debo lavarme las manos a cada rato”, y sea capaz mi organismo de desechar el contagio, y me cure del empacho que me causó el tsunami de la información oficial u la información oficiosa, ese del cubrebocas, el estornudo, el esputo, válgame…
Y es que a lo largo y ancho de esos quince días los analistas se han avocado a analizar la epidemia con más o menos conocimiento de causa y más o menos elementos de juicio, pero sus voces son acalladas por el estrépito de cientos de de gárrulos de la radio y la televisión que, voz engolada y afán protagónico, en enlaces nacionales de costra a costra y de frontera a frontera, se han dado a pontificar, a reiterar, a machacar los mismos lugares comunes una y otra vez, desmenuzando y destazando el tema tan más cuanto menos lo entienden, todo esto en jornadas de horas y días y a lo largo de enlaces nacionales que son el cuento de nunca acabar. Ah, el espectáculo de esos lectores de noticias que, diestros en la lectura, ahora se miran en el trance de improvisar, y qué exhibición de limitaciones en ese terreno. A semejante parafernalia hay que agregar el lucimiento y el protagonismo de los profesionales de la entrevista, que se dan vuelo preguntando a este, a aquel, al que se deje o sorprenden desprevenido. Los gárrulos de radio y TV son un ataque de influenza para el que no existe el antídoto.
¿El resultado de las tales entrevistas? A más preguntas más contestaciones y más cuestionamientos, y más dudas, más incertidumbre, más azoro y perplejidad, porque, mis valedores, donde hay muchos informadores no existe ninguno. ¿Las ráfagas de información? Siempre las mismas y cambiantes siempre, y siempre contrapunteadas entre sí, que se afirman, se mientan, se mienten y se desmienten en medio del vocerío, las contradicciones, los dimes y diretes, y qué mortificante es sobrevivir en la panza del ruiderío, la estridencia, la confusión, el pandemonium. La náusea.
¿La trayectoria de la influencia, su evolución? A saber. No sabemos a qué atenernos, de mono tal que en lo aborrascado del panorama al tanteo avanzamos, a la pura adivinanza, a lo milagrero algunos, y todos al filo de la navaja viral, según los informadores, Y qué hacer…
Por lo pronto, mis valedores, una dolencia ataca la cuidad: la halitosis. Porque las masas sociales…

(Mañana)